La guerra entre Israel y Hezbolá costó al Líbano 8.500 millones de dólares y dañó 100.000 viviendas, según el Banco Mundial
El Banco Mundial estimó que se han acumulado alrededor de 8.500 millones de dólares en daños y pérdidas a raíz de la guerra que dura ya un año en el Líbano, que ya luchaba con una crisis económica devastadora.
BEIRUT — Los combates entre Hezbolá e Israel en el Líbano han supuesto unos costes elevados para la ya de por sí paralizada economía del país, causando daños y pérdidas por valor de 8.500 millones de dólares, según un informe reciente.
En un nuevo informe publicado el jueves, el Banco Mundial dijo que los daños a las estructuras físicas del país causados por el fuego transfronterizo entre Israel y Hezbolá desde el 8 de octubre de 2023 ascendieron a 3.400 millones de dólares. Hezbolá entró en el conflicto un día después de los ataques del 7 de octubre en solidaridad con Gaza y Hamás. Los combates en la frontera se intensificaron el mes pasado con la invasión israelí del Líbano el 1 de octubre.
Los daños se concentran más en las gobernaciones de Nabatiyeh y Sur, con unos 1.500 millones y 1.200 millones de dólares, respectivamente, seguidas por la Bekaa (con daños por valor de 415 millones de dólares), el Monte Líbano, Beirut y sus suburbios del sur (144 millones de dólares) y la gobernación de Baalbeck-Hermel (18 millones de dólares).
Varios sectores clave del Líbano se han visto duramente afectados por la guerra, en particular el de la vivienda. Según el informe, el sector sufrió daños y pérdidas por valor de 3.200 millones de dólares, con 99.209 viviendas dañadas, de las cuales el 18% han quedado totalmente destruidas.
El Banco Mundial también señaló daños en los sectores de agricultura, comercio, educación, medio ambiente, salud y turismo, totalizando las pérdidas generales en esos sectores en 5.100 millones de dólares.
Guerra y desplazamiento
El Hezbolá, que cuenta con el respaldo de Irán, y el ejército israelí comenzaron a intercambiar disparos a lo largo de la frontera el 8 de octubre de 2023, un día después de que estallara la guerra en la Franja de Gaza. Hezbolá afirma que está luchando contra Israel en solidaridad con el grupo palestino Hamás.
En septiembre, el conflicto se convirtió en una guerra en toda regla después de que Israel iniciara una invasión terrestre en el sur del Líbano y ampliara el alcance de sus ataques en todo el país, atacando el sur, Dahiyeh y la región oriental de Bekaa (todos ellos conocidos bastiones de Hezbolá) y también atacando otras zonas, incluidos los distritos de Keserwan y Jbeil, así como la gobernación del Norte.
El viernes, fuertes ataques aéreos israelíes alcanzaron Dahiyeh por cuarto día consecutivo, derribando varios edificios.
El año de guerra ha dejado al menos 3.386 muertos en Líbano, según el Ministerio de Salud libanés, y ha desplazado a casi 1,2 millones de personas más. Muchas de ellas huyeron a la vecina Siria, según estimaciones de la agencia de refugiados de la ONU.
El informe del Banco Mundial señala que 875.000 personas han sido desplazadas internamente y advierte que “las mujeres, los niños, los ancianos, las personas con discapacidad, los refugiados y ciertos trabajadores migrantes corren especial riesgo”.
“El desplazamiento aumenta la presión sobre las comunidades de acogida para que no se presten servicios básicos”, continúa el informe. “Las autoridades locales, que aún luchan por salir de la crisis económica que comenzó en 2019, son en gran medida incapaces de cubrir estos costos y se enfrentan a importantes desafíos ambientales y de salud pública”.
Según el Banco Mundial, unas 166.000 personas perdieron su empleo el año pasado, lo que supuso una disminución de 168 millones de dólares en sus ingresos.
Incluso antes de que estallara la guerra, el Líbano ya se enfrentaba a su peor crisis económica en décadas. En octubre de 2019, estallaron protestas masivas contra el gobierno en todo el país por décadas de corrupción y mala gestión económica. Muchos libaneses culpan a la élite política que ha gobernado el país desde la guerra civil que terminó en 1990 por el colapso financiero y la falta de acción para abordar la crisis.
Desde entonces, el pueblo libanés no ha podido acceder a su propio dinero, ya que los bancos libaneses han impuesto controles informales de capital y han limitado las retiradas de efectivo, alegando falta de liquidez. Mientras tanto, la moneda local ha perdido más del 90% de su valor, lo que ha llevado a más de la mitad de la población por debajo del umbral de pobreza.